Emigrar para sobrevivir

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Maikol Locurto sobrelleva una diabetes tipo 1 que le quitó mucho: tuvo que abandonar a gran parte de su familia y a sus amigos para venir a un país desconocido a tratar su enfermedad. Este relato es sobre una persona originaria de Venezuela, que como muchos, tuvo que irse de su país por la escasez de medicamentos.

Macarena González, Marcela Saavedra y Felipe Soto займ на карту срочно без отказов и проверок

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Son las tres de la tarde en avenida Matta casi en la equina con Santa Rosa, hay poca gente aunque está lleno de ruidos de autos, micros y se escucha una música caribeña que inunda la cuadra. Hay una cocinería de comida dominicana donde abundan los motivos alusivos a Bob Esponja y una peluquería venezolana. Además de Maikol Locurto, un joven ciego que está sentado en la vereda, esta permanece completamente desolada.

Maikol tiene 30 años y desde joven lo aqueja una diabetes tipo 1 que lo obligó a cambiar muchos hábitos de su vida para poder permanecer estable. Hace un par de meses se instaló en Santiago junto a su tío -el dueño de la peluquería- su vida en Venezuela se volvió insostenible porque allá se terminó la insulina que requiere para sobrevivir.

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-¿Si la situación política y económica fuera diferente te habrías ido de tu país?

-Jamas tuve pensado irme de de Venezuela, nunca lo contemplé. Hoy mi salud me obligó a irme, esa es la causa. 

Actualmente la cantidad de venezolanos que vive en Chile cambió de forma abismal:

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Aunque la gran mayoría de venezolanos se fue por razones políticas, económicas o de seguridad, hay un grupo importante que tuvo que irse puntualmente porque están obligados a consumir fármacos que dejaron de estar al alcance:

La coordinadora de la Fundación de Diabetes Juvenil, Javiera Sánchez, confirma esto en relación a la insulina y afirma que desde el año pasado la cantidad de diabéticos venezolanos que reciben aumentó intesamente.

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A primera vista, Maikol parece un hombre sano. Si no fuera porque lleva un bastón delgado y lentes oscuros, nadie pensaría que sólo puede ver pequeñas luces. Recuerda que tenía 4 años cuando le detectaron su diabetes que luego lo dejó ciego.

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¿Cómo fue crecer con tu enfermedad?

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Hace 6 años Maikol se quedó sin poder ver. Antes de eso él tenía una vida casi completamente común para un joven de su edad. Estaba terminando su carrera de Ingeniería en Sistemas en Venezuela, era ayudante de cátedra en un curso de matemáticas, iba a fiestas, vivía con su novia y tenía planes de casarse.

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– ¿Y cómo fue cuando comenzaste a perder la vista?

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Tras este hecho, la vida de Maikol tuvo que reacondicionarse. Volvió a la casa de sus padres, comenzó un nuevo tratamiento y empezó a trabajar en una lavandería que tenía su familia. Sin embargo, alrededor de 2015 la situación volvió a cambiar, aunque este vez de forma crítica. La crisis en Venezuela se agudizó y, de pronto, la medicina vital para los diabéticos tipo 1 ya no se conseguía en ninguna parte.

Según la doctora de la Unidad de Diabetología del Hospital San Borja Arriarán, Carolina Pérez, los diabéticos deben inyectarse todos los días una insulina basal y luego cada vez que coman alimentos. Si los diabéticos tipo 1 no se colocan insulina en 48 horas, el cuerpo empieza a padecer una crisis que puede provocar rápidamente la muerte.

Con una situación insostenible en Venezuela, a Maikol se le ofreció la oportunidad de venirse a Chile y no lo dudó ni un momento: emprendió un viaje por tierra con el ínfimo remanente de insulina que le quedaba.

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Actualmente, Maikol se atiende en el Hospital San Borja Arriarán, que es el centro asistencial donde se tratan los habitantes de Santiago Centro: la comuna con mayor cantidad de venezolanos en Chile.

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La doctora Pérez nos cuenta como fue adaptarse al arribo de los nuevos diabéticos tipo 1 en el Hospital San Borja:

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Javiera Sánchez revela que muchos venezolanos llegan con sus insulinas vencidas, o de frentón, sin medicamentos. Por esta razón, la Fundación Diabéticos de Chile se encarga de repartirle dosis a estas personas e ingresarlas al sistema nacional de salud pública. -Hay diabéticos de acá que les regalan la insulina sobrante a los inmigrantes- dice.

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Y la vida sigue

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Maikol ya es paciente regular del Hospital San Borja. Cada 2 semanas tiene control y está ansioso por normalizar su residencia en nuestro país y obtener un rut, nos dice que esto le abriría muchas puertas: podría trabajar en alguna empresa con un cupo para discapacitados que posibilita la Ley de Inclusión Laboral. Maikol quiere integrase completamente a nuestro país ayudar económicamente a su tío y dejar de vender frutos secos en la entrada de su peluquería.

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