La ciudad de Valparaíso no solo es reconocida a nivel mundial por sus cerros, arquitectura y los colores de sus calles. También ha sido considerada como uno de los sitios referentes del arte urbano. En este puerto, es normal encontrar grafitis y grandes murales, pese a que pintar sin autorización es ilegal y puede causar la molestia de los vecinos. Misma situación ha afectado a otras ciudades que, sin quererlo ni impulsarlo, también se han vuelto un lugar de culto para artistas de todo el mundo.Un caso conocido es la ciudad de Barcelona que, gracias a las gestiones de artistas y del Ayuntamiento, hoy han logrado conseguir espacios para expresiones artísticas de un modo armonioso para la ciudad.
El arte urbano como lo conocemos hoy, aparece como expresión política durante la revolución mexicana a principios del siglo XX. Pero se terminó de popularizar en la década de los sesenta, en las ciudades de Nueva York y Filadelfia en Estados Unidos. Artistas jóvenes buscaban desafiar las normas establecidas en el ámbito político y artístico. Se hicieron de pinturas y utilizaron los muros de las ciudades como sus lienzos.
La situación en Valparaíso
Se estima que la cifra de grafitis y murales en Valparaíso supera los 1500. Un grupo de académicos de la Universidad de Erlangen-Nürnberg realizó un catastro de arte urbano en el Cerro Alegre, el año 2021. A partir de su trabajo, se sabe que la mayor cantidad de obras son los murales. Sin embargo, dada la naturaleza del arte callejero, los datos son muy variables. En ese mismo estudio se encuestó sobre el arte urbano a comerciantes de hostelería, alimentación, vecinos y turistas. El muralismo se valoró positivamente a diferencia del grafiti, lo que muestra que hay técnicas que pueden estar de manera armoniosa.
Diseño de Marcelo Osorio RodríguezA pesar de la percepción ciudadana, el muralismo es ilegal. En 2021, la cantante Mon Laferte realizó un mural titulado “Día Uno”. La Seremi de Cultura y el Consejo de Monumentos Nacionales criticaron el mural y acusaron su ilegalidad. En paralelo, existe el Museo a Cielo Abierto de Valparaíso, una iniciativa pionera compuesta por 20 murales, con obras de Roberto Matta, Mario Toral, Roser Bru, entre otros.
El caso de Barcelona
Diego Ojeda es un artista de paste up brasileño-chileno que ha ganado notoriedad en Barcelona por su seudónimo Nadiemedicearte. Las redes sociales y grandes medios de comunicación en España y el mundo difundieron imágenes de uno de sus paste up, donde muestra al futbolista marroquí Achraf Hakimi siendo besado por su madre, tras el triunfo de Marruecos en el Mundial 2022. Ojeda encontró en el paste up una forma de llegar a las personas de manera directa “teniendo la clase media en las venas”, expresa por lo elitista que puede llegar a ser el arte. “Con esto llego directamente a la gente. Soy una persona que quiere mandar mensajes a la gente sin tener un intermediario, y la calle fue ese canal. En ella puedo dejar mensajes.”, agrega.
En Barcelona, una ordenanza del año 2005 regula el arte en espacios públicos. Esta normativa prohíbe pintar en la calle contemplando multas de hasta 3000 euros. En este contexto, la institución Rebobinart a través de Murs Lliures y luego Wallspot buscó gestionar la disposición de muros y la negociación entre el artista y el Ayuntamiento, algo que realizaron de manera exitosa durante los últimos 10 años y que hoy está en manos del Ayuntamiento mediante la implementación de la iniciativa “Murs Oberts”.
A partir del 2023, el Instituto de Cultura de Barcelona (ICUB) ha dispuesto un plan para garantizar el acceso de muros de la ciudad a artistas. Esta iniciativa, enmarcada en la implementación del Plan de Derechos Culturales del Ayuntamiento de Barcelona pretende ser “un sistema que facilite intervenciones de arte urbano de pequeño formato y fácil acceso” señala Elisa Bernal, técnica del área de Cultura y Educació als Barris del ICUB.
Si bien existen estos espacios, no siempre son valorados. “La exclusividad era para cualquier persona que se atrevía a pintar en la calle de forma ilegal. Por lo tanto cualquier persona que lo quisiera hacer de forma legal quedaba excluida. La gente que pintaba de forma ilegal y era más visible en la calle no quería que todo el mundo pudiera acceder a los muros. No les gustaba que se les cambiara las normas”, culmina Marc García, fundador y director de Rebobinart.