Buffy the Vampire Slayer es una serie creada por Joss Whedon y está protagonizada por Buffy Summers (interpretada por Sarah Michelle Gellar), quien es la última en una línea de jóvenes mujeres conocidas como “Cazavampiros” o “Cazadoras”, las cuales tienen como misión luchar contra vampiros, y así salvar el mundo, duh.
No obstante, a pesar de que la serie podría verse como una serie adolescente común, que cuenta con una heroína, un enemigo y un interés amoroso, su narrativa logra diferenciarse de otras producciones de la época gracias ya que incluye diversos discursos sociales que van más allá de lo obvio.
Comunismo, lesbianismo y apreciación cultural
Un ejemplo de ello es el primer capítulo de su tercera temporada, el cual muestra a Buffy peleando con vampiros (obviamente) quienes obligan a trabajar incesantemente a un grupo de humanos (hola capitalismo), siendo la misión del capitulo el liberarlos de tal esclavitud. Una trama normal que, no obstante, tiene un giro político, puesto que dentro de la pelea Buffy toma una hoz y un martillo -elementos históricos del comunismo- para así representar la libertad del proletariado como algo positivo.
Otro ejemplo es el desarrollo de sus personajes, el cual incluye el descubrimiento de la orientación sexual de uno de sus protagonistas (Willow) como lesbiana, un giro en la trama que más que ser criticado (como lo sería en otras series de la época) es apreciado e incluso beneficiado con el descubrimiento de sus poderes como bruja.
Finalmente, una de las características que han hecho de esta serie adelantada a su época es la manera en que esquivó una funa futura a través de la ‘apreciación cultural’, es decir, disfruta y expone culturas que se alejan de la hegemónica -en este caso blanca y estadounidense- sin caer en la ‘apropiación cultural’. Como ejemplo de ello se pueden mencionar las distintas comunidades representadas por la serie, como la latina (Pedro Pascal encarna a uno de los personas en dicho caso) y la afrodescendiente.