Evolución de la belleza masculina en Chile: Los 2000

Evolución de la belleza masculina en Chile: Los 2000

Ilustraciones: Francisco Lobo

¿Es la belleza atemporal?, ¿están exentos los hombres de los cánones de belleza?, ¿qué tiene que tener un hombre chileno para ser considerado mino? El siguiente reportaje intenta dilucidar cuál ha sido la evolución de la belleza masculina en Chile, enfocándose en la primera década del siglo XXI.

Evolución Hombres Siglo XXI

“A ese le dicen ‘galleta robada’, se lo comen siempre escondido… por feo”, escuché decir a una mujer en un carrete una vez. De eso han pasado más de diez años, pero aún recuerdo ese comentario como una de las primeras veces que alguien (des)calificaba a un hombre en base a su apariencia. Y es que uno de los efectos de los primeros años del siglo XXI fue el vuelco a la importancia del físico en la población masculina, imponiéndose modas de autocuidado que luego se convertirían en canon para las próximas generaciones. Pero, ¿cómo fue la evolución de la belleza masculina en Chile para llegar a la de prin los 2000?

A pesar de que para muchos lo masculino -y las características que lo componen- es algo obvio, bueno, no lo es… Según Elizabeth Jelin, en su libro ‘Las familias en América Latina’ (1994), la masculinidad de Chile y del resto de Latinoamérica tiene sus orígenes en las antiguas relaciones de la sociedad agraria y la revolución francesa, donde se entendía a las mujeres como seres pasivos y, en contraposición, a los hombres como activos, y muchas veces incontrolables (Butler, 2002). 

Siglo XIX: el gentleman

En el siglo XIX, según el libro “Retratos de hombre, 1840-1940, Chile” del Museo Histórico Nacional (2015), el hombre ideal debía cumplir con los roles de padre de familia, mercader o hacendado (proveedor) y con un carácter autoritario. Físicamente, se esperaba que su cuerpo fuera más bien muscular, debido al carácter agrario del país, pero que aún así vistiera de acuerdo a la imagen del caballero burgués o gentleman.

El hombre ideal del siglo XIX usaba barba y un sombrero a la medida.

El artista chileno José Pedro Godoy explica que durante el siglo XIX sucedió un fenómeno particular respecto a la belleza masculina ideal. “Con la masificación de la fotografía, del cine y de la música comienza a ser más claro qué formas de masculinidad terminan siendo preponderantes, tanto para imitar como para desear”.

Según el magazine ‘Mariposa’ (1863), la ropa del hombre de la época era una copia de la moda europea, con camisas blancas acompañadas por traje, calzado y guantes a la medida. En el caso de los accesorios, tanto los anillos como las cadenas de oro eran de mal gusto, por lo que se recomendaba utilizar relojes y cigarreras. Respecto a su cuidado personal, el hombre ideal solía utilizar barba o bigote rigurosamente cuidados, los cuales, al igual que su corte de cabello, debían ser atendidos regularmente en las barberías de la ciudad.

Siglo XX: hora de la evolución

Los años pasaron y el hombre tradicional fue sufriendo distintos mini-cambios… hasta que a principios del siglo XX en Europa y mediados de los 70’s en América Latina ocurrieron tres grandes procesos:

  1. La desintegración del Estado de Bienestar y, por tanto, la imposibilidad del hombre de ser el único proveedor de la casa.
  2. Los movimientos feministas y de derechos humanos, incluyendo a la mujer en el  mercado laboral.
  3. La revolución sexual, a través de los anticonceptivos masivos y los movimientos de reivindicación LGBT+ (Jelin, 1994).

Estos sucesos provocaron que el hombre del siglo XIX debiera adaptarse a las nuevas condiciones sociales. En este sentido, psicológicamente hablando, se comenzó a esperar que el hombre ideal del siglo XX fuera alguien directo, protector, autónomo y muy racional (aquí se ve un cambio con el hombre del siglo XIX, el cual era casi incontrolable). Mientras que físicamente debería estar dispuesto a competir con otros hombres, además de conocer la calle o saber manejarse en público, puesto que el hogar continuaba siendo para las mujeres y los niños (la musculatura dejó de tener tanta importancia). 

Los cambios en la masculinidad se harían más intensos con la llegada del nuevo siglo, en especial gracias al reconocimiento de la ‘intersectatividad’ dentro de la masculinidad, con factores como la raza, nacionalidad, estrato social, identidad de género, etc., revelando así que -¡sorpresa!- no todos los hombres tienen las mismas posibilidades de alcanzar el ‘ideal social’. Ya que hay algunos más dominantes o hegemónicos, en contraposición a otros que ocupan un papel más subordinado por características de nacimiento.

En este sentido, según Connell (1997), el poder es mantenido por la “masculinidad hegemónica” (que contiene la mayoría de las características del hombre del siglo XX), y va decreciendo en poder en masculinidades menos legítimas, como las de tipo ‘cómplices’ (cercano al hegemónico pero que tiene pequeñas fallas), ‘marginales’ (fuera de la ley) y finalmente ‘homosexuales’.

De Camiroaga a las boybands

En el caso de Chile desde los noventas hasta principios del siglo XXI un hombre de la televisión chilena encarnó la mayoría de los requisitos para ser considerado ideal o hegemónico: Felipe Camiroaga. 

Felipe Camiroaga

Conocido por ser el conductor histórico de Televisión Nacional de Chile, el sex appeal de Camiroaga tenía relación con que a pesar de que estaba en su peak televisivo a principios de década siempre tuvo un halo de misterio. “Alto, guapo, coqueto, seductor, y bla bla bla. Todo eso lo sabes, y sabemos que lo sabes, y es todo lo que no queremos decir. Porque lo atractivo es que exista tanto ‘secreto’, tanto mito. Pero sí, no nos engañemos, hay cuerpo para tanto mito y tanto tatuaje indescifrable. Y eres gracioso”, describen a Camiroaga Florencia y Elisa Zulueta, en su lista de los ‘60 hombres que amamos’ (El Dínamo, 2011). 


Un tipo de hombre que mezclaba la apariencia masculina, con su barba y cuerpo muscular  (recordar que andaba a caballo cual perfil del hombre agrario del siglo XIX), pero con una libertad propia de la nueva masculinidad del siglo XXI, en donde el ser gracioso o ‘medio desordenado’ se convirtieron en rasgos atractivos más que en red flags.

Pero si Camiroaga era el nuevo príncipe azul de la ‘dueña de casa’ de principios de década, para las personas más jóvenes el cánon de belleza masculino se vería impuesto por las boy bands estadounidenses, que surgieron a finales de la década de los noventas y terminaron dominando la industria cultural del siguiente siglo.

El “curtain haircut”, conocido comúnmente en Chile como “corte pelela”, que estuvo de moda a principio de los 2000 y que estaba inspirado en el integrante de Backstreet Boys, Nick Carter.

Y es que la gracia de este tipo de agrupaciones, como Backstreet Boys o NSYNC, no radicaba solo en su bubblegum pop ni en su imagen derivada del hip hop -con pantalones anchos y pelos engominados-, sino que sus integrantes representaban distintos tipos de hombres ideales de la época (rubio, moreno, gracioso, misterioso, agresivo, emocional, etc.), algo parecido a lo que sucede actualmente con las bandas de Kpop como BTS.

En el caso de Chile, lo más parecido a una boy band fue ‘Stereo 3’, producido por Cristián Heyne y Koko Stambuk (lo mismos de Supernovas), que a pesar de cumplir con la estética y rasgos acorde a los internacionales no logró irrumpir culturalmente más allá de su hit ‘Atrévete a aceptarlo’ (2001).

La metrosexualidad llegó

Mientras tanto, en la televisión abierta el programa Mekano comenzaría a dominar desde 2002, en especial gracias a la llegada del grupo brasileño Axé Bahía, el cual transformó los anteriores cánones de belleza masculinos, que tendían a la hipermasculinidad (el caso de Camiroaga) o la inocencia (boy bands), con hombres abiertamente sexuales y metrosexuales. Un fenómeno que tomó tiempo para ser aceptado en Chile pero terminaron convirtiendo a Bruno, Jociney, Jefferson y luego a Fabricio y Thiago, en iconos de la masculinidad ideal.

La ‘metrosexualidad’ fue la palabra del año 2003 y la mayoría de los medios, incluído The New York Times, habló de esta ‘revolución’ en que los hombres se estaban preocupando cada vez más por su apariencia y la moda.

“La esencia de lo metrosexual nació décadas atrás en Estados Unidos a través de los ‘yuppie’ , que son este grupo de hombres profesionales muy exitosos, que les va muy bien en su vida amorosa producto de que son hombres que se preocupan de su imagen. En el fondo es esta narrativa de que me va bien porque me veo bien, me visto en la mañana de un hombre exitoso, y por eso es que termino siéndolo”, explica el periodista especialista en historia de la moda José Ignacio Jorquera.

Ejemplo de las diferentes modas utilizadas por el hombre metrosexual.

Para Jorquera, en la década de los noventas recién aparecen ciertas expresiones de vanguardia en Chile. “Como un adolescente que se desata del yugo de su padre y empieza a explorar. Esto se puede ver en las fiestas rave o la discoteca Blondie”.

No obstante, el factor decisivo para la aparición de este nuevo tipo de hombre en el país fue el internet y otros formatos televisivos, como los reality show. En este sentido, mientras que internacionalmente la metrosexualidad estaría representada por deportistas como David Beckham y Cristino Ronaldo, en Chile sería ejemplificada tanto por los integrantes de grupos Axé como también por el ganador del primer reality chileno: Álvaro Ballero.

Para Leonardo Quezada, conductor del podcast de farándula y espectáculo Clase Básica, personas como Ballero trajeron consigo una nueva idea de hombre bello chileno, el cual está dispuesto a creerse mino.

“Es interesante porque además es una broma, no es en serio, él no se siente mal cuando le dicen que es feo, él se ríe de eso porque todo es una especie de broma, y en Chile eso hace muy bien, para que entren las opiniones, la idea de un hombre que se preocupa de sí mismo, como entró por la broma, ya no nos parece tan rara, que un poquito, como todo en Chile (se ríe), de vanidad y de preocuparte de ti mismo no te va a hacer mal”. 

Otro producto televisivo que diversificó los cánones ideales masculinos en Chile fue la teleserie de Canal 13 ‘Machos’, que narraba la historia de la familia Mercader, compuesta por un patriarca (que cumplía con las características del hombre ideal tradicional del siglo XX) y sus hijos, quienes mientras más jóvenes más se acercaban al hombre ideal del siglo XXI. Dentro de los personajes el más importante dentro de la historia televisiva fue Ariel Mercader, quien al ser abiertamente homosexual rompió con una de las características del hombre ideal (ser heterosexual), pero manteniendo otras tradicionales (masculino, serio, con dinero, delgado, etc.)

Ariel Mercader

We <3 emo boys

Esta revolución televisiva sería solo la antesala para lo que se vendría unos años después, con la llegada de las tribus urbanas en Chile. “El emo chileno, el pokemón reggaetonero, el flaite con circones (o circonitas) reactualizan el híbrido fundacional de la historiografía latinoamericana, donde el cholo, el criollo, el quiltro, el bastardo y el cruce de razas se establece entre las flexiones pélvicas y el macheteo citadino. Emerge sobre todo en la superficie andrógina emanada de una sociedad machista que pierde de vista lo macho del cuerpo” (Ocampo, 2009). 

Según la investigadora Andrea Ocampo en su libro ‘Ciertos Ruidos’, las tribus urbanas permitieron transformar en pocos años lo que significaba ser hombre-masculino-atractivo en el país. En este sentido, gracias a la masificación del internet, la generación ahora conocida como millennial evolucionó sus propios modelos de belleza masculina, ya no dictados por los medios tradicionales, incluyendo así la androginia y la emocionalidad como algo atractivo dentro del varón ideal.

La chasquilla, los piercing y el maquillaje fueron modas impuestas por ciertas tribus urbanas.

Más este cambio, por supuesto, no estuvo exento de críticas y burlas por parte de los medios más tradicionales chilenos, quienes hacían rutinas de comedia o reportajes sensacionalistas de lo que era este nuevo tipo de hombre ideal emocional, el cual además debía competir con los otros tipos ideales establecidos, que eran vangloradios por diversas listas de ‘hombres atractivos’ producidas por los medios. 

Un ejemplo de ello sería el reportaje de El Mercurio, llamado ‘Los hombres más guapos de Chile(2007), el cual permite diagnosticar tres tipos de masculinidades ideales que también se encontraban en auge en la época: 

En primer lugar, el hombre burgués con aires de dandy, representado por el empresario Hernan Somerville (“Me imagino que es de los caballeros a la antigua, que abre y cierra la puerta y que si una se para de la mesa, él también se pone de pie. Very polite. Y entremedio, explica teoría económica y cómo salvar al país de la debacle y el sobreendeudamiento”) y el chef Daniel Greve (“Un sibarita con onda que educa por la tele”).

El hombre dandy o de corte burgués.

En segundo lugar, el hombre bueno y/o protector, siendo representado por el actor Cristián Arriagada (“Mientras más me gusta, más compadezco a las niñas sub 15, que por culpa de este hombre van a terminar peor que yo. Obvio, porque crecerán pensando que SÍ existe el Príncipe Azul y que vive en Chile”), el tenista Fernando González (“Se convirtió en un galán de buenas piernas, educado, correcto, un poco tímido con la prensa, anti-farandulero y del que no se conocen excesos”), el fiscal Andrés Baytelman (“Con su pinta de yuppie y su aire justiciero”) y el actor Pancho Melo (“El hombre que reconoce sus penas de amor en público, el mismo que se lanza a defender causas perdidas y que ahora está trabajando para Greenpeace, luchando por salvar a las ballenas del exterminio. Que hace un par de meses abogaba por los niños en situación de riesgo, y que también pide que se detenga la matanza de quiltros callejeros”). 

Galán de teleserie

Mientras que en una tercera categoría aparecería un hombre propio del siglo XXI, caracterizado por ser más liberal y menos serio que los ejemplos anteriores, representado por el animador Sergio Lagos (“Es desordenado, fiestero, hiperventilado, gritón, escandaloso, un poco pintamonos y roba cámaras; la pesadilla de sus vecinos, y uno no puede evitar amarlo”), el político Ricardo Lagos Weber (“Si la vida fuese un colegio, Lagos Weber debe haber sido el que se sentaba atrás, molestaba al resto, ponía los sobrenombres más graciosos y después, daba la prueba con aire de no estudié nada y se sacaba un siete”) y el fotógrafo Jordi Castell (“Personifica al hombre más femenino que una misma, que sabemos que está fuera de nuestro alcance por un tema de orientación sexual, pero que no podemos dejar de suspirar cuando pasa por el lado. Es el más guapo de Chile. Además, se viste bien, es gracioso, y baila como los dioses”).  

El nuevo hombre de los 2000 comenzó a utilizar una apariencia más atrevida y liberal como una manera de diferenciarse de los otros tipos de belleza ideal masculina más tradicionales.

Este tipo de listado -nuevo para el hombre chileno- reflejaría cómo a finales de la primera década del siglo XXI el atractivo físico tomaba un rol central dentro del modelo de belleza masculino en Chile. En este sentido, un estudio de EOL Research y Unilever publicado el año 2011 (Pino, 2011), realizado a hombres de entre 30 y 45 años, arrojaría que los hombres chilenos de la época tenían un gran autoestima, donde el 67% dice sentirse conforme con su aspecto físico, más que en incluso otros hombres del Conosur o sus propias compatriotas.

Sin embargo, este ego podría tener relación con que la mayoría de los hombres chilenos le daba mucha importancia a su cuidado personal. Mientras que el 91% consideraría que esto último es relevante dentro de la rutina del hombre chileno.

Según el psicólogo de la Clínica Santa María, Raúl Carvajal, estas cifras mostrarían un claro cambio en las conductas de los hombres chilenos de la primera década del siglo XXI. “Como sociedad estamos pasando del macho recio que no transaba a una etapa con una masculinidad que se permite más vanidad” (La Tercera, 2011).

Asimismo, 26 encuestados respondieron que cuidan de su apariencia “Para sentirse bien con uno mismo”. Mientras que la segunda razón más común fue la creencia de que una apariencia agradable ayudaría al desenvolvimiento con los otros (18 personas respondieron “Mejores relaciones sociales”), algo que tiene sentido con el fenómeno del metrosexual antes descrito.

En este sentido, según la psicóloga Paula Serrano, los hombres chilenos ya para el 2011 han comenzado a utilizar la apariencia física como herramienta competitiva. “Si antes el único atributo relevante era ser inteligente, ahora se ha sumado el aspecto físico” (La Tercera, 2011).

Referencias

Butler, J. (2002). Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del sexo. Paidos.

Connell, R. (1997). La organización social de la masculinidad. ISIS.

El Dínamo. (2011). 60 hombres que amamos (I parte). El Dínamo. https://www.eldinamo.cl/entretencion/2011/09/02/1/

El Mercurio. (2007). Los hombres más guapos de Chile. El Mercurio. https://www.emol.com/noticias/Tendencias/2007/04/11/728275/los-hombres-mas-guapos-de-chile.html

Jelin, E. (1994). Las familias en América Latina. ISIS.

La Tercera. (2011). Según estudio, siete de cada 10 hombres chilenos están satisfechos con su apariencia. La Tercera. https://www.latercera.com/diario-impreso/segun-estudio-siete-de-cada-10-hombres-chilenos-estan-satisfechos-con-su-apariencia

Museo Histórico Nacional. (2015). Retratos de Hombre, 1840-1940. Museo Histórico Nacional.

Ocampo, A. (2009). Ciertos Ruidos: nuevas tribus urbanas chilenas. Seix Barral.

Pino, C. (2011). El hombre de hoy – Encuesta Dove Men Care. Slideshare

Buffy the Vampire Slayer es más que solo matar vampiros

Buffy the Vampire Slayer es más que solo matar vampiros


Buffy the Vampire Slayer es una serie creada por Joss Whedon y está protagonizada por Buffy Summers (interpretada por Sarah Michelle Gellar), quien es la última en una línea de jóvenes mujeres conocidas como “Cazavampiros” o “Cazadoras”, las cuales tienen como misión luchar contra vampiros, y así salvar el mundo, duh.

No obstante, a pesar de que la serie podría verse como una serie adolescente común, que cuenta con una heroína, un enemigo y un interés amoroso, su narrativa logra diferenciarse de otras producciones de la época gracias ya que incluye diversos discursos sociales que van más allá de lo obvio.

Opening de Buffy the Vampire Slayer

Comunismo, lesbianismo y apreciación cultural

Un ejemplo de ello es el primer capítulo de su tercera temporada, el cual muestra a Buffy peleando con vampiros (obviamente) quienes obligan a trabajar incesantemente a un grupo de humanos (hola capitalismo), siendo la misión del capitulo el liberarlos de tal esclavitud. Una trama normal que, no obstante, tiene un giro político, puesto que dentro de la pelea Buffy toma una hoz y un martillo -elementos históricos del comunismo- para así representar la libertad del proletariado como algo positivo.

Otro ejemplo es el desarrollo de sus personajes, el cual incluye el descubrimiento de la orientación sexual de uno de sus protagonistas (Willow) como lesbiana, un giro en la trama que más que ser criticado (como lo sería en otras series de la época) es apreciado e incluso beneficiado con el descubrimiento de sus poderes como bruja.

Finalmente, una de las características que han hecho de esta serie adelantada a su época es la manera en que esquivó una funa futura a través de la ‘apreciación cultural’, es decir, disfruta y expone culturas que se alejan de la hegemónica -en este caso blanca y estadounidense- sin caer en la ‘apropiación cultural’. Como ejemplo de ello se pueden mencionar las distintas comunidades representadas por la serie, como la latina (Pedro Pascal encarna a uno de los personas en dicho caso) y la afrodescendiente.