Señales de inclusión: La propuesta de la Escuela para sordos Dr. Jorge Otte Gabler

Señales de inclusión: La propuesta de la Escuela para sordos Dr. Jorge Otte Gabler

La escuela para sordos Dr. Jorge Otte Gabler se ha convertido en un ejemplo de inclusión y a través del proyecto Intercultural Bilingüe, entrega a niños y jóvenes de la Región Metropolitana una educación integral y necesaria para integrar a las personas sordas en la sociedad.

Por: Irene Cereceda, Mariana Fuentes, José Joaquín Durán y Claudia Hervias. 

A fines de 2018, ocho alumnos de cuarto medio de la escuela para sordos Dr. Jorge Otte Gabler –dependiente del Instituto de la Sordera– recibieron la licencia de enseñanza media. Esto marcó un hito para el establecimiento, porque se trató de la primera generación de estudiantes que egresaba de cuarto medio en sus 20 años de existencia.

Un logro que, según la directora del establecimiento, Verónica de La Paz, les tomó aproximadamente diez años conseguir (el Ministerio de Educación debe reconocer la enseñanza hasta cuarto medio de cada establecimiento) y que permite un mayor avance en la integración de las personas sordas para “que puedan acceder a una educación de calidad completa, al igual que cualquier otro joven o niño de este país”, recalca de La Paz.

La educación que reciben los estudiantes de la escuela se basa en un modelo único en Chile y que – según de La Paz- también ha llamado la atención en otros países latinoamericanos: se trata de una enseñanza intercultural, dictada a través del “Proyecto Educativo Intercultural Bilingüe para educar a niños sordos”. Esta iniciativa la impulsa el Instituto de la Sordera, a través de la escuela Jorge Otte Gabler y con el apoyo de la  Red de Escuelas Líderes.

 

Según los datos entregados por el Servicio Nacional de Discapacidad (Senadis), basados en el Segundo Estudio Nacional de la Discapacidad (ENDISC II), en Chile, hay 178.021 personas con sordera. De este total, un 10,7% (19.045) no tiene una educación formal. Tan solo un 4,8% (8.627) completó la educación superior y, la mayoría, es decir, el 26,7% (47.578) alcanzó el nivel de estudios básico incompleto.

A esto se le suma la baja participación laboral, ya que dentro de las personas con sordera que están capacitadas para trabajar (176.537), un 65% (114.668) está inactivo.

Desde allí surge el proyecto intercultural bilingüe de la escuela Jorge Otte Gabler, como una manera de lograr que los niños sordos puedan acceder a mayores niveles educativos, un trabajo en futuro y mayor integración. “Los estudiantes que egresaron de cuarto medio el año pasado ahora están estudiando en institutos, como el DUOC o el AIEP e incluso tenemos un alumno que está estudiando en la Universidad Católica”, explica Verónica de La Paz.

 

El proyecto educativo intercultural

El Instituto de la Sordera es el sostenedor de la escuela Jorge Otte Gabler, y su misión es educar a niños sordos y lograr la integración de estos a través del diagnóstico y atención temprana de la discapacidad auditiva – gracias al trabajo del Centro de Diagnóstico Auditivo-. Además, del apoyo en la investigación, a través de la labor del Centro de Recursos e Investigación “Mundo Sordo”.

Entre 2003 y 2006, la escuela –bajo el alero del Instituto- comenzó a trabajar en el proyecto intercultural que – según Verónica de La Paz, es una iniciativa que quiere entregar una educación a los estudiantes desde la mirada de la integración cultural y no desde la discapacidad.

De esta manera, se integra la cultura de los estudiantes sordos, junto con la de los oyentes, pero teniendo siempre en cuenta que ninguna debe primar sobre la otra. Es por esto que se les enseña español como segundo idioma, porque en la cultura de ellos, la lengua de señas es el primer idioma.

Así, el “Proyecto Educativo Intercultural Bilingüe” tiene por objetivo reconocer la interculturalidad entre personas sordas y oyentes, promoviendo la cultura sorda y además valorándola para que los niños puedan insertarse de manera correcta a la sociedad, una vez completado sus estudios.

Si bien la escuela se enfoca en la educación de niños sordos con contextos vulnerables, también recibe a estudiantes sordos de todas las comunas de la Región Metropolitana. Los niños y jóvenes cursan las mismas asignaturas que se dictan en los colegios para oyentes, además de español como segundo idioma.

En el establecimiento imparten clases profesores sordos y oyentes. Estos últimos trabajan con intérpretes hasta que puedan aprender la lengua de señas. La manera en la que enseñan se enfoca en lo visual, ya que los estudiantes  están insertos en una cultura más visual que las personas oyentes.

Macarena Varas, es profesora de química, es oyente y trabaja en la escuela Jorge Otte Gabler. Varas asegura que el modelo está bastante organizado y que los estudiantes ya conocen los roles de cada profesor. Afirma que aprenden bastante rápido y reconoce lo necesario que es para ella aprender lengua de señas.

El proyecto también impulsa que los estudiantes se relacionen e intercambien experiencias de manera activa con organizaciones de la comunidad, compuestas por personas sordas, y con la presencia de adultos sordos en el mismo establecimiento.

 

Red de Escuelas Líderes

Con el proyecto ideado y ejecutado, en 2010, la escuela postuló a la Red de Escuelas Líderes y fue seleccionada para formar parte de los 110 colegios dentro del país que conforman la red por haber destacado y resuelto los propios desafíos con propuestas pedagógicas innovadoras.

La iniciativa de la Red de Escuelas Líderes es impulsada por Minera Escondida, Arauco, Fundación Educacional Oportunidad, El Mercurio y Fundación Chile y tiene por objetivo que las escuelas que integran la red se apoyen de manera colaborativa. Esto con la idea de que las innovaciones pedagógicas que realizan sean difundidas y compartidas.

El jefe de proyectos de Fundación Chile, Pablo Casanova, explica que la red quiere visibilizar aquellos colegios capaces de innovar en contextos de vulnerabilidad. Además, deben pasar por una completa evaluación antes de ser seleccionados. “Este año postularon aproximadamente 100 escuelas y cuatro fueron seleccionadas”, aclara Casanova. 

Para Casanova, lo interesante de la escuela Jorge Otte Gabler es que es un modelo único en Chile. “Es un colegio ya de inclusión y hemos querido mantenerlos en la red porque aportan una visión completa y complementaria de cuáles son los desafíos de integración en distintos niveles”, afirma Casanova.

La Red de Escuelas Líderes impulsa las redes de comunicación entre los colegios y los apoya con todas las herramientas necesarias para que cada establecimiento se relacione con los que componen la red para compartir experiencias.  Así, representantes de cada colegio se reúnen periódicamente en seminarios, concursos, encuentros nacionales y macrozonales, organizados por la Red de Escuelas Líderes. Además, El Mercurio publica artículos con las iniciativas para que también sean visibles para toda la comunidad.

 

Los desafíos

 

Si bien este proyecto es un ejemplo para la integración de las personas con diversas discapacidades, la realidad en el país es otra. En las regiones del norte no existen escuelas especiales para niños sordos, por lo que deben recibir educación en escuelas regulares donde la mayoría de los profesores y estudiantes no hablan la lengua de señas.

“En una oportunidad, hicimos redes con colegios para estudiantes sordos en otros lados del país, pero esas escuelas ya no existen porque no hay recursos para mantenerlas”, cuenta Verónica de la Paz.

El 55% de la población sorda de Chile no ha recibido estudios o ha cursado solo la educación básica y tan solo el 35% de quienes están en condiciones de trabajar, lo hacen . Además, el Estado no cuenta con datos oficiales de personas sordas en el sistema escolar, por lo que no es posible realizar un catastro que mida el nivel o acceso a la educación que están teniendo los niños y jóvenes sordos en Chile.

 

 

Los niños lectores de Puente Alto

Los niños lectores de Puente Alto

En la escuela municipal Padre Hurtado profesores y alumnos de primero básico trabajan junto a la Fundación Crecer con Todos en la tarea de lograr que los pequeños lean y entiendan lo que lean, algo que el 60% de los escolares chilenos no consigue.
Son casi las 9.30 y los 749 niños de la Escuela Padre Hurtado de Puente Alto juegan felices. Unos corren tras pelotas plásticas, otros lanzan bolitas; unos se revuelcan sobre pasto sintético; algunos leen, otros usan celulares y el resto se arremolina en torno al aparato. Todos hacen algo. El patio bulle. La entrada es a las 8, pero esa parte de la mañana está reservada para la leche. “Es que muchos niños vienen acá sin tomar desayuno, así que pusimos la primera clase de Lenguaje a las nueve y media porque si no han comido andan desconcentrados y así es muy difícil aprender”, razona la jefa de la Unidad Técnica Pedagógica (UTP) de este colegio municipal, Sandra Castillo.  
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Carolina Ulloa sale al paso. Es la profesora del primero básico A y recibe con voz gastada y entusiasta a las visitas. Suena el timbre y los niños corren a formarse frente a sus salas. La de su curso está en el segundo piso.  La puerta es azul metálica y sus ventanas están enrejadas. Parece un búnker, pero adentro es todo colores, lápices, pósters, instrucciones, consejos en letras grandes recortadas. Abundan los dibujos y las mochilas de personajes animados. La tía viste delantal bajo la chaqueta. Hace frío. La cordillera nevada se ve cerca El grupo entra al aula. Ahí los espera un cuento que se ilumina en el pizarrón gracias a un proyector. La profesora les hace preguntas a los niños sobre las normas de un buen lector. Cada respuesta correcta es celebrada con un aplauso de la clase. Los pequeños enumeran las exigencias: uno, deben estar concentrados (¡clap!); en silencio (¡clap!); deben levantar su mano y esperar la venia? de Carolina para responder (¡clap!); y hay que respetar la opinión del compañero (¡clap!). “¡Listo, estamos!”, dice la maestra. “Hoy vamos a descubrir el significado de las palabras ‘estrujar’ y ‘descender’. ¿Alguien sabe lo que significan?”. Los niños lanzan sus teorías. Parte la lectura del cuento. El protagonista es el Hipopótamo Hipólito:
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Cada vez que menciona “descender”, los niños se apresuran a gritar: “¡descendía, descendía, descendía!”. – “¡Es bajar para abajo”, lanza uno de ellos. – “Dejémoslo en bajar nomás”, le responde la profesora con gracia. Los niños van repitiendo en silencio las palabras de la profesora. El relato va acompañándose de las ilustraciones que se proyectan en la pizarra. – “Y Colorín Colorado, este cuento se ha a acaba…”, esboza Carolina.
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– “¡Doooooo!”, termina el grupo. Y a lo lejos se oye alguien que complementa suavecito: “Pasó por un zapatito roto y mañana te cuento o-trooooo”. Una sirena suena con insistencia afuera del colegio, pero nadie se inmuta en la sala. El grupo sigue concentrado en lo que pasa adelante, nadie mira hacia la ventana. “Ellos están acostumbrados a ésto… ni con las balaceras se impresionan”, confidencia la profesora. Esta vez no se trata de un hecho delictual, sino de la visita de Bomberos al jardín infantil vecino. Pero la clase sigue y ahora llega un momento clave: hay que utilizar las palabras nuevas y aplicarlas a las situaciones cotidianas.
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Tras ello, parte una nueva fase de la planificación: hay que repasar la letra que les ocupa en la jornada. Se trata de la “Q”, tarea que se refuerza con la lectura del cuento del Quirquincho Quique y una dinámica preparada para que los chicos entiendan que tanto como una letra, la “q” cobra más bien vida en el lenguaje a través de una sílaba. La dinámica es graciosa.
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Ahora viene el momento de poner en evidencia lo aprendido. En el pizarrón se proyectan oraciones y todos los estudiantes deben pasar adelante y marcar con un plumón las sílabas relacionadas con la “q”. Para los más pequeños hay un piso que les ayuda a llegar más alto. Todos pasan adelante y los compañeros se dan consejos a gritos. El ejercicio continuará ahora en el libro de ejercicios; la profesora les corrige, apoya y alienta a seguir. La misma labor se está cumpliendo a esa hora en el primero B y el primero C, con las tías Lorena Herrera y Fabiola Cares. En un nivel más avanzado, el programa sigue con los segundos básicos y se espera que se extienda por cuatro a cinco años.
La socióloga y coordinadora comunal de la Fundación Crecer con Todos en Puente Alto, Lorena Vargas, cuenta que en los colegios donde aplican en esos plazos este plan han logrado ascensos en la prueba del Sistema de Medición de Calidad de la Educación (Simce) de 50 a 100 puntos. En el test aplicado el año pasado por la Escuela Básica Padre Hurtado obtuvo un promedio de 262 puntos en Comprensión de Lectura en cuarto básico. Si Lorena tuviera razón y este colegio subiera sólo los 50 puntos de base que muestra la experiencia con esta iniciativa, el establecimiento puentealtino superaría largamente en el año 2022 los 300 puntos en que están estancados desde 2008 los establecimientos de los sectores más acomodados del país. “Nuestra misión como fundación es que todo niño en Chile, en cualquier contexto, en cualquier rincón, aprenda a leer y a escribir”, esgrime la encargada.
 
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El programa se basa en el acompañamiento. Los tutores de la fundación trabajan semanal o quincenalmente en el aula, observando el trabajo de la docente con los niños. Luego discuten lo que se debe reforzar y se aplica inmediatamente. Las evaluaciones son semestrales y a fin de año la meta es que no pasen a segundo niños que no saben leer comprensivamente. El dato no es menor si se considera que, según el Ministerio de Educación, hay 158 mil niños que ascendieron a segundo sin tener esa capacidad. Por esa razón es que a fines de 2018 la cartera firmó un convenio para expandir esta exitosa iniciativa a unas 300 salas de colegios que no repuntan. Es el proyecto Leo Primero.  
“Este programa nos ha sistematizado y nos ha traído una nueva forma de aprender para los niños, porque a través de la lectura diaria de cuentos se trabaja mucho la motivación”, promueve la jefa de UTP, Sandra Castillo. Carolina Ulloa agrega que el modelo implica que cada letra se pasa y refuerza durante cuatro días, mientras que en el sistema tradicional lo realizaban cada dos. La diferencia significa que si un niño falta a un par de clases tiene menos posibilidades de quedar rezagado. Y esto es relevante, agrega la docente, porque “acá la asistencia es muy mala, demasiado mala, hay que estar llamando a los apoderados para que traigan a los niños”. Además, el programa les proporciona material para compartir con los estudiantes. “El libro es lindo, motivador, y ellos todos los días ya están acostumbrados a su cuento”, comenta la profesora entusiasmada.
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Han pasado 90 minutos de clase; sonó el timbre y los estudiantes salen raudos a jugar al patio. Los adultos que estuvieron en sala están cansados, no así la tía. Pese al intenso trajín, sigue entusiasmada por lo que está pasando con su curso, se despide acogedoramente y parte a reunirse con sus colegas de los otros cursos para contarle los detalles de su clase y afinar lo que haya que afinar. Porque, insisten los encargados, en Leo Primero, todo se evalúa y con la educación de los niños no hay un minuto que perder.
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– “Hoy vamos a descubrir el significado de las palabras ‘estrujar’ y ‘descender’. ¿Alguien sabe lo que significan?”. – “¡Es bajar para abajo”.
Diálogo profesora - alumno.

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